(L’amant d’un jour; Philippe Garrel, 2018)

El director francés Philippe Garrel ha tenido una trayectoria fascinante. Hizo su primer cortometraje, Les enfants désaccordés en 1964 cuando apenas tenía 16 años y su primer largometraje, Marie pour mémoire a los veinte. Desde temprano estuvo asociado a la Nueva Ola Francesa a pesar de ser casi veinte años más joven que sus pioneros Agnès Varda, François Truffaut y Jean-Luc Godard. Garrel empezó como cineasta experimental, produciendo películas en rápida sucesión y manteniéndose relativamente independiente gracias al bajísimo costo de sus producciones. Aun cuando sus películas se fueron inclinando hacia una tendencia narrativa cada vez más tradicional continuó aplicando una ética de trabajo y una estética que le permitiera hacer lo mejor de sus limitaciones.

Una entrevista que dio durante la preparación de su película más reciente, Amante por un día, y publicada en tres partes en Filmmaker, Mubi y Reverse Shot, ofrece una mirada a la lógica práctica detrás de su proceso. Garrel ha hecho la mayoría de sus películas en blanco y negro, no necesariamente por el costo del celuloide y el revelado, sino por las dificultades de mantener una paleta de color consistente. “Cuando estás filmando en color,” explica “necesitas cambiar los escenarios, necesitas cambiar las paredes, necesitas cambiar los vestuarios.”. Antes de la era digital del cine, utilizaba el celuloide sobrante de otras filmaciones. Contar con tan poco material, así como su formación como actor, lo llevó a un proceso parecido al del teatro: “Ensayo mucho antes de la filmación, digamos 25 días. Ensayo con los actores, y es ahí donde hago todo el trabajo de dirección, en los ensayos. Una vez que estamos en set, hago solo una toma, y esa toma funciona por todo lo que he hecho antes.”

Su proceso también lo lleva a trabajar con personas cercanas a él, desde sus estudiantes de actuación (“todos los jóvenes de mis películas desde Salvaje inocencia, que es de 2001, han venido del conservatorio nacional de actuación de París donde enseño”), su padre, el actor Maurice Garrel; la cantante alemana Nico, quien fuera su pareja durante los setentas; y Louis Garrel, su hijo con la actriz y directora Brigitte Sy. Amante por un día, su penúltima película, marca su primera colaboración con su hija Esther.

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Esther interpreta a Jeanne, una joven que tras una ruptura amarga con su novio Matéo (Paul Toucang), se muda de regreso con su padre, Gilles (Éric Caravaca). Es un arreglo inicialmente incómodo porque Gilles comparte su pequeño apartamento con su novia Ariane (Louise Chevillote), quien tiene la misma edad que Jeanne. Jeanne reacciona inicialmente con rencor y territorialidad, se porta grosera y fría con Ariane en su primer encuentro, pero suaviza su tratamiento eventualmente. Después de un tiempo, las dos parecen convertirse en buenas amigas.

La película pasa sus 76 minutos de duración aferrada a estos tres personajes, aunque nunca profundiza en ellos fuera de sus dramas interpersonales. Se nos dice que Gilles es maestro de universidad y Ariane su estudiante, pero nunca los vemos en este ambiente. Sabemos que Ariane tiene un padre divorciado, pero nunca lo vemos, ni él es mencionado fuera de un diálogo casual. El fondo es irrelevante para momento de definir quienes son. Jeanne, Gilles y Ariane de alguna manera existen principalmente como abstracciones o arquetipos: la Hija, el Padre, la Amante.

Los celos y la fidelidad son temas que recurren. Los personajes los discuten y los debaten a diario. Pero la película está hecha con tanta casualidad y soltura que al mismo tiempo parece solo una serie de momentos observados, tomados directamente de la vida, a los que hemos de hallarle algún sentido nosotros mismos; parece tratarse de todo y de nada. Cuando Gilles llega y saluda a Jeanne antes que a Ariane, quien sale enojada de la cocina, podemos tomarlo como una ocurrencia doméstica o atribuirle algún significado más profundo: quizá algo sobre la superposición entre la idea tradicional del amor romántico y la relación entre un padre y su hija, los sentimientos de posesividad que ambas relaciones despiertan. Cuando Ariane encuentra a Jeanne a punto de saltar por la ventana, o cuando Jeanne encuentra una revista con fotos pornográficas de Ariane y ambas deciden no contarle a Gilles, parece un comentario sobre sobre cómo los secretos nos acercan a otros, aun si los secretos en sí se vuelven irrelevantes al poco tiempo.

Conscientemente o no, la película explora el intercambio entre los tres personajes como un orden que se interrumpe, como si algo más allá, algo cultural o mental, obligara a Gilles a escoger solo a una de las dos. El que la hija sea interpretada por la hija del director mismo le añade una dimensión autobiográfica, como ha sido el caso en muchas de las películas de Garrel (otro personaje, que aparece en una sola escena, describe sus sentimientos ambivalentes hacia la Guerra de Argelia, a pesar de haber peleado en ella, como el padre del director en la vida real).

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Philippe Garrel escribió Amante por un día al lado de Jean-Claude Carrière y dos mujeres: su colaboradora frecuente Arlette Langmann y su actual esposa Caroline Deruas. Es una dinámica de trabajo que Garrel justifica de esta forma: “Incluso los hombres que no son misóginos, que aman a las mujeres, que las ven como iguales–sigue siendo un problema en el cine que todas las palabras que las mujeres hablan vengan de hombres. Así que, al asociar hombres y mujeres en la escritura de las películas, tengo un tipo más dialéctico de película.” La voz dominante sigue siendo una voz masculina, los sentimientos de Gilles terminan sintiéndose más centrales que los de Jeanne y Ariane. Pero es por lo menos una voz que cuestiona y explora, que reconoce los celos aun si le parecen inevitables.

Amante por un día se siente espontánea e inconclusa en sus ideas como en su realización, pero de manera algo encantadora. De vez en cuando escuchamos una narración que llena los huecos de la trama o nos dice lo que los personajes están pensando. Dada la preferencia de Garrel por capturar cada escena en un número mínimo de tomas, los planos son también escasos; la acción ocurre en composiciones panorámicas y extensas y al menos un jump cut, un recurso que inevitablemente nos extrae de la ficción de la película, se conserva. Uno siente a los personajes encogidos por el ambiente del departamento, pero el editor François Gédigier, de vez en cuando y casi sin explicación, corta a un primer plano de uno de los personajes. Son instantes que recuerdan que al final estamos lidiando con personas y con emociones; se sienten como retratos que nos permiten verlos en toda su expresividad. Especialmente impactantes son los del rostro de Ariane, pecoso (Garrel también menciona no usar maquillaje en sus películas en blanco y negro).

Amante por un día se parece mucho a la idea estereotípica del cine de arte: en blanco y negro, con sexo y desnudos femeninos y personajes intelectuales intercambiando pensamientos sobre el amor que a la vez parecen profundos y banales. La película termina prácticamente donde empieza: quedan varios cabos sueltos, pero hay una sensación de finalidad y de una experiencia completa; una historia que, si no se vuelve más clara, por lo menos se mantiene en la mente. Es la obra de un cineasta que no tiene por qué dar explicaciones, ni siquiera a sí mismo.

★★★1/2

Amante por un día está disponible por streaming en Filmin Latino.