(Benzinho; Gustavo Pizzi, 2018)

Por todas partes se pueden ver señales de deterioro. La puerta principal no sirve; sólo se puede acceder por medio de una escalara improvisada sobre una ventana. La llave de agua falla varias veces, salpicando a quien la usa. La electricidad se va en una ocasión, obra del cableado defectuoso. Las paredes sostienen bien el techo, pero no es buena idea ejercer mucha fuerza sobre ellas.

Ésta es la casa de la familia Ventura  Santi. Aquí vive Irene (Karine Teles) con su esposo Klaus (Otávio Müller), sus hijo Fernando (Konstantinos Sarris), Rodrigo (Luan Teles) y dos gemelos (Arthur Teles Pizzi y Francisco Teles Pizzi). Cuando su hermana Sonia (Adriana Estevez) deja la casa de su esposo Alan (César Troncoso) después de que éste toma de más y la golpea, ella y su hijo (Vicente Demori), se refugian en la casa de Irene.

Es una situación precaria, pero Irene se las arregla. Ama a su familia a pesar de todo el esfuerzo que conlleva. Daría lo que fuera por ellos. El adolescente Fernando juega como portero de hándbol en un equipo local. Después de un tenso partido, éste recibe una noticia enorme: un equipo de Alemania lo está invitando a jugar profesionalmente. Esto implica vivir, cursar la escuela y entrenar allá. La riqueza de emociones que provoca la noticia se nota en la cara de Irene. Su júbilo y su orgullo lentamente se apagan y se convierten en preocupación.

Fernando se va en veinte días, no va a terminar su año escolar y todos los trámites para el viaje tienen que hacerse en ese tiempo. Pero en la familia domina la idea de que vale la pena. La idea de la movilidad social corre a lo largo de la película. Lo vemos en cómo para Fernando y su familia, el irse de Latinoamérica se siente como una garantía de una vida mejor (habiendo crecido toda mi vida cerca de la frontera de Estados Unidos, uno aprende a ver los países del primer mundo en una luz casi mágica, como una solución a todo problema).

Pero también lo vemos en Irene, quien a sus casi cuarenta años edad adulta decidió continuar con su educación. Ahora se acaba de graduar y está invitando a varios conocidos a su fiesta. Sus aspiraciones nunca son más evidentes que cuando se dirige a la casa de una mujer acomodada en cuya casa solía trabajar haciendo la limpieza. La mujer era abusiva con ella, pero Irene igualmente intenta darle la invitación a pesar de la protesta de sus hijos, de su esposo y la visible indiferencia de la señora–la diferencia entre las dos se refuerza por la toma en que el portón de la casa se abre lentamente frente a Irene y sus hijos).

Loveling Amor de madre_1

El dinero es quizá la mayor preocupación de los Ventura Santi. Sus fuentes de ingreso son las sábanas que Irene vende desde una combi y una librería y papelería que Klaus atiende. La librería ya no es redituable, pero Klaus busca cambiar su fortuna vendiendo su casa y, con un apoyo monetario del gobierno, invertirlo en un sitio recreativo y turístico. Es una propuesta de negocios arriesgada, no sólo por la cantidad de dinero involucrada, sino porque el bienestar de la familia prácticamente depende de éste.

Pero tanto como a Irene y Klaus les preocupa el dinero, cuidan de proteger a sus hijos de este estrés. Escenas en que los niños juegan en el patio mientras Irene les lleva naranjas, u otra en la que la familia visita la playa, parecen existir en un universo diferente, un mundo protector creado deliberadamente por los padres. Irene sólo puede ser parte de él en pequeños momentos, pero extrae una poderosa felicidad de ellos. Hay otra escena, en medio de la noche, en que Irene baila al ritmo de una canción que escucha en sus audífonos; cuando Fernando y Rodrigo se despiertan y la encuentran, ella los invita a bailar ella en lugar de dejar de quedarse avergonzada (lo que sería un chiste fácil en otra película).

Esto puede generar problemas. ¿Están Irene y Klaus distanciando a sus hijos de su propia realidad? Ellos, pero sobre todo Irene, absorben el costo emocional de ajustar las matemáticas familiares. Y los niños no siempre lo aprecian. Cuando Rodrigo se queda a cargo de los gemelos y uno queda enfermo, mientras Klaus y Fernando se van a celebrar con unas cervezas, queda en manos de ella poner todo en orden. Apenas y puede hacerlo. Se tira al suelo devastada.

A pesar de todo, la película nunca convierte a Irene en un mártir, una mujer que, como una heroína de Lars von Trier, no tiene otro propósito más que el de sufrir. Loveling: Amor de madre está llena de momentos de indudable felicidad. El amor de Irene a su familia y de su familia a ella se siente en cómo se hablan, se abrazan. Puede que la película se hubiera sentido más rica de haber desarrollado más a sus personajes; a pesar de que la historia se concentra en la relación de Irene y Fernando, el hijo que se va, éste nunca exhibe mucha personalidad. Puede que sus observaciones sobre la maternidad ya hechas hayan sido por otras películas. Pero el personaje de Irene y la actuación de Teles es suficiente para llenar la película de melancolía y compasión de principio a fin.

★★★